lunes, 7 de octubre de 2013

Mi abuelo










Siempre  he pensado que  pinto porque  mi abuelo ya lo hacía.


 Me pasaba horas mirándolo
Siguiendo con  la mirada, los movimientos de sus pinceles. A mí me parecía  magia.
  ¡Era tan sorprendente ver cómo de un trozo de tela blanca, él creaba un cuento!
 -así es como yo veía sus paisajes, como las ilustraciones de los cuentos, supongo que era por  la influencia de los colores-
Tenía una caja de pinturas que era como un arcón de los secretos, los tubos estaban muchos retorcidos, usados, tocados, vividos.
Esa caja era una  quimera para mí, un mundo mágico, que  hacía volar mi fantasía,..
trozos  de telas manchadas, lápices de muchas medidas, carboncillos, gomas de borrar, pinceles con los pelos despeinados ,pero muy limpios, todo puesto ordenadamente en compartimentos de madera,  mi abuelo siempre me decía, que es tan importante saber pintar , como saber limpiar los pinceles.
 Recuerdo que para limpiar sus pinceles, ponía la mano en forma cóncava, entonces  en el hueco de la palma, dejaba caer un poco de jabón liquido, y hacía girar el pincel debajo del grifo hasta que salía el agua clara, limpia, sin rastro de pintura.
Ponía todos los pinceles en potes de cristal  con los pelos hacía arriba para que se secaran.
 Limpiar sus pinceles,era todo un ritual, yo no dejaba de mirarlo, lo seguía a todas partes en ese proceso de lavado.., ahora a la cocina.. ahora al jardín
-donde tenía el caballete-
ahora otra vez a la cocina, para seguir  con el agua y el jabón
-me gustaba mucho estar con él, me gustaban mucho sus pinturas, me gustaba mucho él-
Yo sigo limpiando los pinceles de la misma forma  que mi abuelo, creo que no sabría hacerlo ya de otra manera
-  Abuelo, ¿Que pintas?
-Esos árboles de ahí en frente -me respondió-
-Pintas solo un trocito de la calle no?
-Sí, me gustan esas sombras que hacen los árboles en las tapias de las casas, a demás pinto las rosas, que tanto le gustan a tu madre
Yo me quedaba embobada mirándolo..
-Abuelo ..¿ porqué huelen así las pinturas?
 ¿ porqué mojas el pincel en ese pote? ¡ anda  te has manchado aquí, al lado de el labio!
-yo  estaba tan maravillada, tan abstraída mirándolo, que no podía dejar de preguntarle cosas-
          -Jaja  me mancho   a veces, pero mientras sea en la cara o las manos, vamos bien! ..cuando me mancho las camisas, tu abuela… se enfada! - Pero yo  le digo que a mí las camisas me gustan estampadas ¡ jaja
          -ya sabes cómo es tú abuela.. ¡un sargento!
           
-La abuela siempre lo ve todo eh?

Si ella  ve más allá, y por todos nosotros   y mira.¿ sabes que te digo?  -que a mí ya me está bien-
-Así yo me relajo y ella  dirige, poco tengo que pensar  yo.. jaja ya la tengo a ella

-Es raro ese olor de las pinturas ¿verdad ? – yo seguía con mis  preguntas-

-Las pinturas están hechas de pigmentos y aceites, no tienen  mal olor lo que hueles ‘raro ‘ son  las pinturas mezcladas con el aguarrás, que es un disolvente  fuerte y  desprende mucho  olor

-De pequeñito ya pintabas  abuelo?

-De pequeño ..coloreaba periódicos, recuerdo.. que  a mi padre le gustaba guardar los periódicos, los que ya había leído.. y me decía ¡ala noi, ya tienes  telas para pintar!
Y yo los pintaba enteros y también cartones, y todo lo que  caía en mis manos jaja

- Abuelo me gusta tú caja de pinturas-

-Si, esta viejecita, como yo, pero siempre he tenido la misma caja, las pinturas las voy comprando ¡claro!

-Me enseñaras a pintar?

Si, y te gustara mucho, pintar es como , soñar. En los sueños no hay límites, soñar es abrir una puerta de la mente, todos los sueños son únicos, nadie puede soñar lo mismo, pues ..cuando pintas, lo que pintas también es único, cada uno lo interpreta a su manera, lo ve a su manera,, pintar es magia, igual que magia es soñar

-¡caray abuelo yo no sé , si sabré  pintar como tú dices¡
-a demás yo sueño muchas veces cosas malas que me dan miedo!

          Bueno tu no pienses ahora en tus sueños,  malos,  ¿también tendrás de bonitos no?
           
          Siiii, y .. tengo que pintar lo que sueño?
           
          Bueno si quieres si, pero no es eso lo que te quiero decir.
           Mira… cuando sueñas .. bueno..¿cómo te lo diría?...  Soñar es parte de  fantasía, y para pintar hay que poner fantasía,,
          Seguro que tú  de eso tienes mucha.. con las historias  que te inventas  para no  ir al colegio¡¡ y para no comer verdura¡ jaja
           
          ¡!la verdura la odio¡¡¡


   Él, seguía explicandome..  
          
         Cada  imagen que ves, cada paisaje que quieres pintar,, primero lo ves en tu mente, después lo ve tu fantasía, y como que pintar es crear, vas dibujando en la tela, y vas  llenándola de colores con  esa mezcla de realidad,  y de fantasía y  haces un cuadro y es como si estuvieras soñando,, estas tan metido en el, que no existe la realidad,, en algunos momentos es como si estuvieras dentro del cuadro
 ¿ no te parece que eso es  como soñar ?


                 Elisabeth

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mis campos de niña






Hay ciertos  recuerdos  que  se convierten en tristes nostalgias,  otros que por el contrario te hacen revivir dulces y apasionados  momentos, como   esos momentos que viví en los campos de mi niñez




Campos de viñas trigo y olivares donde yo vagaba sin rumbo durante horas, encontrándome libre y sola gozando los  caminos que habían siempre por explorar.

Mis padres tenían una masía con tierras vinícolas, de esas masías grandes señoras, que además guardan misterios secretos y que la mirada de una  niña siempre quiere redescubrir.

Íbamos todos los fines de semana, y para mí era la huida de mis soledades el desahogo de mis batallas no ganadas en el colegio, con la familia y con mis amigas.

Cuando llegábamos salía corriendo a los caminos al huerto, a la balsa, qué con sus cañas  rectas, miraban siempre hacía el cielo viendo así el vuelo de los pájaros, sintiendo como revolotean entre sus ramas y sirviendo de apoyo y descanso a sus pequeños cuerpos. Esa charca de agua destinada para el riego que albergaba cantarinas ranas.

Recuerdo lo acompañada que me sentía estando tan sola, en los campos.

 En ocasiones, venia conmigo algún perro de la masía, que mi padre los tenía para ir a cazar, -cosa que nunca aprobé, porque entonces lo pensaba y ahora también- los perros viven para ser queridos, acariciados, para sentirse acompañados por alguien que los entienda, cuide y los quiera, para demostrar su fidelidad y su nobleza.

 Yo hablaba mucho con ellos, creía que me entendían
-Se que lo hacían-  ellos me escuchaban.

Me sentía feliz en la masía, pero sobretodo en sus tierras, muchas veces volvía cuando el atardecer empezaba a dibujar oscuras sombras en los caminos. Las horas no existían, pasaban rápidas me engañaban y yo me dejaba engañar por ellas.
Conocía aquellos campos como la palma de mi mano

Podía vagar por ellos con los ojos cerrados, ningún rincón me resultaba desconocido, pero a la vez siempre me sorprendían nuevas cosas, inéditos caminos que aunque  ya habían sido recorridos, se aparecían ante mí como insólitos  paisajes, como cuando el pintor usa la misma paleta los mismos colores,pero mezclándolos y creando nuevos matices que van coloreando otras tierras, otros arbustos, otros senderos.

Me impregnaba de todos los olores.. de las flores, de las hierbas, de la tierra mojada, y del trigo, entonces no lo sabía..los recuerdos son efímeros, y si los momentos no son olidos, comidos , masticados y saboreados, desaparecen hundiéndose en las movedizas tierras de nuestros cerebros, olvidando así, bellos momentos vividos.

Y eso es lo que yo hacía en los campos, vivirlos sentirlos, pasar muchas horas en mis campos de niña, que sin saberlo, estaban gestando una parte de mí, a partir de esos recuerdos se desarrollaron muchos gustos y nostalgias cuando llegué a la madurez.

Me subía a los olivos agarrándome a sus viejos troncos vestidos de historias, y que lucían magníficamente coqueteando con el paisaje, sintiéndome  yo grande y fuerte.

Recuerdo que no muy lejos de la masía, había un barranco, era muy profundo. Para nosotros.. mis hermanos y yo, era todo un misterio.
 A mi me daba mucho miedo bajar, pero a la vez me fascinaba.

 El camino que bajaba al barranco era ya de por si, arcano, misterioso, era un caminito de tierra que bajaba en picado hacía sus fondos , siempre estaba  mojado por la humedad, y a medida que ibas bajando, el silencio se apoderaba del lugar, eso hacía que nuestras mentes  imaginaran  próximas aventuras.
Se oían los ruidos que hacían los animales, sobre todo los pájaros, pero yo siempre creí oír a un leopardo, un león,o un dinosaurio, perdido en los tiempos y que vivía allí escondiéndose del progreso, yo estaba segura que allí abajo  había cosas fascinantes.

 El barranco era para nosotros una selva, veíamos en él misteriosas tierras por descubrir.
Con mis primos bajábamos impacientes, intrigados, nunca sabíamos que nos esperaba, que nuevas aventuras encontraríamos, y cogidos de la mano íbamos avanzando sigilosamente sin hacer ruido, la imaginación volaba a marchas forzadas, ¿qué animal nos atacaría?, o quizás.. el que nos atacaría seria un  indio comanche, de esos que salían tanto en las teles de nuestro tiempo, en las películas de vaqueros.

 Una vez quise bajar sola, pero no llegue a adentrarme demasiado, el miedo  y la emoción eran demasiado  grandes, mis padres no nos dejaban bajar al barranco y eso lo hacía aun mucho más  excitante y deseable.

Recuerdo que cuando venia el tiempo de la vendimia, íbamos a recoger la uva, pero lo mejor era ir a pisarla, me descalzaba y me dejaba invadir por aquellas sensaciones que recorrían mi cuerpo aun dormido, eran sensaciones nuevas, sentía como los pies se hundían entre las uvas y como el liquido que desprendían  mojaban mis pies  resbaladizos entre tanta destroza fruta. 
Cuando recogíamos la uva, íbamos con los masoveros en los carros tirados por  perezosos y tranquilos caballos, que sabiéndose bien el recorrido avanzaban lentamente, mientras yo cogida al carro, disfrutaba ese momento intensamente.

Un día mi padre, compro una tartana de esas de paseo, adornada con dorados farolillos y asientos de terciopelo, era una señora tartana.
Pepito, el masovero enganchaba los caballos y nos subía uno a uno hasta que todos inquietos y excitados, esperábamos aquel pequeño pero fascinante viaje.

 Íbamos por el camino de la finca hasta salir a la carretera y encaminábamos los caballos y la tartana hacia el pueblo.
El aire nos despeinaba y nuestros pequeños cuerpos, trotaban al compás de los movimientos de la tartana, los caballos con sus cascos pisaban las piedras y se metían en los baches, así que botábamos sintiéndonos felices de vivir esa experiencia.

Un día fui a la era, a mediados de junio.
 Comenzaba la siega cogiéndose el trigo y almacenándolo en la era, formando con él redondas balas de paja, que se dejaban allí todo el verano.

 Las eras se situaban a los alrededores de las casas de campo y masías, eran de tierra apisonada que había que prepararlas con antelación para realizar la trilla del trigo recogido , estaban siempre  forradas de paja y eran un lugar eternamente dorado cuando les daba el sol.
 La de casa estaba en la cima de una pequeña loma, detrás de un bosquecito de pinares, cerca de la masía, era un lugar impregnado de magia, de poesía..

Estaba situada de cara al este, así que las tardes en ella, eran un festín de colores ocres y amarillos, que brillaban con los últimos rayos de sol, últimas horas de  esos días de verano.

Cuando llegue allí, vi a mis padres, estirados en la paja, inundados por la dorada y suave luz del sol, estaban juntos abrazados, besándose, amándose  y dejando aflorar sus sentidos y sentimientos.

 La imagen para mí  era extravagante, grotesca, me asuste, no podía imaginar a mis padres en una situación así, me acuerdo que eche a correr, sin parar llorando.

Para mí era como un insulto, una mezcla de celos y de ignorancia, que me asustaba, yo debería tener unos seis años

Cuando fui más mayor, y pensaba en aquel suceso, me sentía muy bien, al recordar a mis padres queriéndose en aquella era.

Recordando cómo se buscaban y se deseaban, cierro los ojos y veo, ese momento esa pareja aun joven, morenos retozando entre la paja, guapos y fuertes.
Ese es un  bonito recuerdo que  se mezcla con el que sentí de niña cuando los vi, y trato de entender a esa niña, que no sabía nada, y pensaba haber visto algo malo


                Elisabeth